Esta es otra de las frases que me repetía casi todos los días y hoy en día vuelve, pero muy de vez en cuando. Y cuando aparece, al igual que con todos los pensamientos que no quiero que estén en mi mente, amablemente le invito a salir para avanzar en mi proceso de gestión del duelo.
Cuando fallece un familiar siempre sentimos esa necesidad de estar con esa persona. Le echamos de menos, nos gustaría volver a verle, volver a tocarle, volver a olerle… pero eso no es posible. Y hasta que no seamos conscientes de eso no podremos avanzar. Es una fase fundamental que forma parte de los aprendizajes en la gestión del duelo.
No tengas prisa en avanzar en tu duelo. Cada persona tenemos nuestro ritmo y nuestras herramientas. No te compares con nadie ya que cada persona se enfrenta a la vida a su manera. No eres ni mejor ni peor. Simplemente eres tú la persona más importante en este momento.
Sientes la soledad. ¿Y qué hacemos con esto?
Cuando nos viene ese pensamiento a la cabeza tenemos que pensar «¿Para qué viene?». Si es para seguir fustigándote o para que te des cuenta de que «Algo tendrás que hacer para mejorar este sentimiento, ¿no?»
Es importante estar fuerte física y emocionalmente para seguir adelante sin esa persona, no es un camino fácil. Si ves que en soledad no puedes afrontarlo, pide ayuda. A través del coaching individual puedes aprender herramientas que te ayudan a gestionar tu nueva realidad que estás viviendo. Y son aprendizajes que tu van a acompañar de por vida.
Yo al principio me sentía agotada, sin fuerza, y muy triste. Pero al tener un niño pequeño tenía que sacar fuerza de donde fuera para sacar una sonrisa y mirar a los ojos a mi hijo. Y no sé de dónde salía, pero salía. Creo que mi hijo ha sido el que me ha dado la fuerza para seguir adelante y luchar por estar bien.
Tienes que encontrar algo que te ayude a seguir adelante, y ese algo eres tú. Tienes que buscar la motivación en ti porque tú eres la persona más importante del mundo. Si tú estás bien, las personas de tu alrededor también lo estarán.
Yo al principio decía: «Tengo que estar bien por mi hijo». Ahora en cambio digo: «Tengo que estar bien por mí misma, porque si yo estoy bien mi hijo también». Y es así, los días que estoy más triste él también, y los días que me como el mundo, lo hago en compañía.
Aprendizaje número 1: «Estar bien por ti, no por las demás personas».
Es importante que te des tiempo. Permítete llorar, gritar, sentir tu agotamiento, quedarte en la cama, no hacer nada en todo el día… Yo no me lo permití y el año pasado pagué factura.
A mí me daba miedo quedarme en la cama por si no salía de ella, así que todos los días me levantaba (eso sí, me costaba muchísimo, parecía que había estado toda la noche picando piedras). Llevaba a mi hijo al cole y me ponía a trabajar en mi proyecto laboral. Un proyecto que avanzaba muy despacio, que no me llenaba, que no me motivaba…
¿Y qué pasó? Pues que estaba agotada, agobiada, estresada, se me caía el mundo…y mi proyecto laboral se estancó.
Aprendizaje número 2: «Permítete llorar, sentir esa tristeza, disfrutar de tu cueva».
Algo que a mí me ayuda es escribir. Escribo lo que pienso o lo que siento en ese momento. De esa manera parece que lo saco de mi cabeza y de mi cuerpo y tengo más sitio para cosas nuevas.
Una vez que vas mejorando puedes leer lo que escribiste al principio y te sirve para darte cuenta de todo lo que has conseguido y de cómo van cambiando tus pensamientos y emociones. Vas viendo cómo las emociones se van transformando y vas tomando conciencia de la transformación que estás haciendo en ese proceso de gestión del duelo.
Aprendizaje número 3: «Su amor siempre estará contigo. No pierdas el tiempo con juicios y empieza a sonreír a la vida».
Poco a poco vas a ir dando pasitos hacia una nueva vida sin esa persona. Aunque te suene duro, vas a aprender a vivir sin esa persona tan querida. Eso sí, su amor siempre va a estar contigo.
Desde que mi pareja falleció yo estoy llena de amor. Es como si todo su amor se hubiese metido dentro de mí y tengo una fuente dentro interminable. Y se lo noto también a mi hijo. Es un niño super cariñoso que tiene besos para todo el mundo (bueno, para todo el mundo que él quiere, por supuesto). Estamos todo el día abrazándonos, besándonos, diciéndonos cosas bonitas…
Otro de los grandes aprendizajes que he tenido estos dos años ha sido que no sirven de nada los juicios, guardarse las palabras bonitas, estar todo el día con rencor, quejarse por todo…
Conclusión: entonces, ¿qué hago ahora?
Ahora te toca enfrentarte (cuando puedas y creas que es tu momento) a la vida y a tus miedos. Florecer, volver a nacer, reinventarte e intentar volver a sonreír a la vida.
Aprenderás a transformar lo que entendías como un castigo en un aprendizaje. Salir del papel de víctima y tomar las riendas de tu vida.
Mirarás a la vida y le dirás: «Que tú me has hecho esto, pues ya verás lo que hago yo con esto».
Al principio resultará durísimo. Nadie que no haya pasado por un duelo puede imaginar lo que es que tu alma se rompa, que tu vida deje de tener sentido… Pero en cuanto empieces a ver un poco la luz, todo irá transformándose y se volverá, cada vez, un poquito más fácil. Verás que es otro de los aprendizajes en la gestión del duelo que vivirá.
El tiempo no cura todo pero sí te permite ver la vida con otra perspectiva e ir cogiendo energía para avanzar con lo que estás pasando.
Pedir ayuda a tiempo, te puede permitir vivirlo de otra manera. ¡No lo dudes! Aprende a gestionar las emociones y dótate de una caja de herramientas sanadoras que te acompañarán toda tu vida y te ayudarán a hacer frente a las adversidades con las que te encuentres en el camino.
0 comentarios