Cada pérdida es diferente y cada proceso de duelo es diferente según la edad, la madurez, la inteligencia emocional… de cada niño o niña.
En este caso hablo de niños y niñas porque es la experiencia que me ha tocado vivir a mí, pero muchas de las cosas de las que voy a hablar se pueden aplicar a adolescentes y/o a cualquier persona, ya que al final es sentido común envuelto en amor, mucho amor.
La parte más difícil que viví yo fue explicarle a mi hijo de cuatro años que su padre había muerto. Primero porque no sabía cuál iba a ser su reacción y segundo porque no sabía cómo explicarle qué significa la muerte.
Algo que siempre he tenido claro es que si quiero tener relaciones sanas y de confianza con las personas tengo que ser transparente y decir las cosas como son, sin inventarme o adornar las cosas por miedo a no hacer daño a la otra persona.
Hay veces que por no querer hacer daño, sin querer, le puedes hacer mucho más daño por no decirle la verdad. Así que como quiero tener una relación sana y basada en la confianza con mi hijo, yo se lo dije en cuanto tuve fuerzas para ello.
¿Cómo se lo digo a mi hijo o hija?
En mi caso me aconsejaron leerle un libro que hablase sobre la muerte de un ser querido y elegí un libro llamado “Betirako” (Para siempre). Es un cuento que relata la historia de una familia de animales donde el zorro se pone enfermo y al final muere. Cuenta cómo le entierran bajo un árbol y se van juntando bajo él a comer y a hablar sobre los momentos vividos con él.
Me pareció una bonita historia para contársela a mi hijo y que pudiese entender lo que había pasado, así que, así lo hice. Dos días después de haber fallecido mi pareja y antes de dormir le leí el cuento y después le dije: “¿Has visto lo que le ha pasado al zorro?
Pues a “Aitatxu” (padre en euskera) le ha pasado lo mismo, se ha puesto muy malito y se ha muerto”. En ese momento rompimos los dos a llorar. Él enseguida se tranquilizó, cambió de tema y se durmió.
Es importante que él o ella te vea llorar. Verá que es algo natural y se sentirá libre de hacerlo, y será más fácil que saque sus emociones y que no las guarde dentro.
Yo estuve dudando durante días y no sabía si había hecho bien contándoselo así. Hoy es el día en el que estoy muy contenta de haberlo hecho de esta manera, de haberle dicho la verdad desde el principio. Creo que le ayuda a tener esa confianza conmigo y a hablar sobre cómo se siente.
¿Qué hago cuando me hace preguntas que no sé contestar?
Va a haber preguntas difíciles de contestar, porque incluso las personas adultas puede que ni siquiera lo sepamos. ¿Por qué se ha muerto? ¿por qué nos ha pasado esto? ¿dónde está? ¿cuándo va a volver?
Lo mejor es mantener una actitud sincera y decirles lo que sentimos. Cuando no sepas qué decirle, dile: “Cariño, yo tampoco lo sé”.
Y a la pregunta, ¿cuándo va a volver?
La respuesta tiene que ser clara, y que el niño o la niña entienda que no va a volver. Puedes decirle algo así como “Mi amor, tu padre/madre se ha muerto. Cuando una persona se muere ya no vuelve a tu lado, pero todos sus recuerdos y su amor están en tu corazón y cuando lo necesites podemos hablar sobre ello. Yo voy a estar a tu lado para lo que necesites. Yo también le echo de menos”.
Va a haber muchos momentos difíciles, pero si estás a su lado para llorar, reír, recordar, o hablar todo va a ser mucho más fácil, te lo aseguro.
Tenemos esa creencia de que en la infancia no se entiende la muerte. No van a ser capaces de hacerle frente, y es todo lo contrario. Es increíble la capacidad que tienen de entender y de adaptarse a la nueva vida sin esa persona. Muchas veces mejor que las personas adultas.
La mayoría de las veces creemos esto por nuestros propios miedos. Pero si hablas con naturalidad, sin esconder nada y gestionando las emociones que puedan surgir, le estás ayudando a que desarrolle habilidades para afrontar momentos difíciles en su vida. Le estás dando herramientas para gestionar mejor la frustración y el sufrimiento.
¿Y qué pasa con la escuela?
Es importante que haya mucha complicidad con la escuela. En mi caso, tuve mucha suerte porque fue la profesora quien me contactó y me preguntó cómo se lo había explicado al crío para así ella explicar lo mismo en el aula.
Después estuvieron tratando el tema de la muerte a través de cuentos en clase. Para mí, este punto es muy importante porque si no puede crearse una mayor confusión.
¿Lo estoy haciendo bien con mi hijo?
Va a ser un proceso muy duro y de muchos sentimientos encontrados. Una de las preguntas que me persigue es ésta: “¿Lo estoy haciendo bien?”.
No nos han enseñado a gestionar nuestras emociones, y el tema de la muerte en nuestra sociedad es un tabú. Así que, no sabemos cómo gestionar nuestro propio proceso de duelo y en consecuencia mucho menos el de nuestro hijo o hija.
Cuando me viene esta pregunta a la cabeza me siento mal, me desahogo si hace falta y acto seguido me digo a mí misma: “Claro que lo estoy haciendo bien, lo estoy haciendo lo mejor que puedo y que sé. Ahora hago las cosas como creo que las tengo que hacer, quizás mañana las haga de otra manera.”
Otra de las cosas que me ha dado muchísima tranquilidad es llevar a mi hijo a “psicomotricidad terapéutica”. Es una manera de que mi hijo haga terapia a través del juego y supervisado por una profesional.
Él va encantado porque se lo pasa muy bien. Es un espacio para trabajar las relaciones y el sentimiento de grupo. Se crea un espacio de confianza y seguridad para que el niño o niña pueda explorar sus malestares.
A mi hijo le ha ayudado mucho, tiene muchísima seguridad en sí mismo y su estructura emocional es muy fuerte.
Nadie dijo que fuera fácil, pero recuerda la importancia de crear relaciones de confianza y duraderas con tu hijo o hija. Es la base para que, en el futuro, sean personas adultas y competentes emocionalmente.
0 comentarios